Jacques Demorgon In Synergies Chili n° 5 – 2009 pp. 29-40 Jacques Demorgon
http://gerflint.fr/Base/Chili5/demorgon.pdf
Resumen: Frente al interés que suscitan los estudios referidos al contacto entre culturas, se proponen perspectivas para despejar la malla de conceptos y terminologías que se ha tejido alrededor de la palabra “cultura”. Partiendo de la base de significación incierta del término “cultura”, se precisan los campos a los que se refieren las formaciones léxicas “intercultural”, multicultural” y otras”.
Palabras claves : intercultural, intracultural, transcultural, multicultural.
Résumé : L’intérêt suscité par les études concernant le contact des cultures a donné naissance à une maille peu transparente de concepts et de termes autour du mot « culture ». Ce mot n’étant pas clairement défini, sont soumis à examen les domaines encadrés par des termes tels que « interculturel », « multiculturel » et d’autres formations lexicales.
Mots-clés : interculturel, intraculturel, transculturel, multiculturel.
Abstract: Responding to the interest awoken by the studies relative to cultures in contact, perspectives to clarify the web of concepts and terminologies woven around the word “culture” have been proposed. Starting from the uncertain meaning of the word “culture”, accuracy is required as of the expressions “intercultural” and “multicultural” and other.
Key words: intercultural, intracultural, transcultural, multicultural.
1/ Comprender lo cultural en la unidad de su diversidad
Es indispensable comprender la cultura en todos sus aspectos. En la tradición anglosajona, la cultura se enmarca en la antropología, es decir en los modos de alimentarse, vestirse, habitar, vivir en sociedades organizadas que controlan las conductas de sus miembros. En la tradición latina, la cultura es la planificación del desarrollo de un área y sus técnicas.
La agricultura desarrolla el área tierra; la arquitectura, el hábitat. Pero hay, además, una cultura que se puede calificar de “culta”. Esta se ve a sí misma como refinada. Resulta de un desarrollo que la capa que se ve a sí misma como la superior de la sociedad realiza en su propio seno, con el propósito de distinguirse de las otras. Aparece en las rúbricas de “cultura” de las revistas mediáticas que tratan sobre técnica, ciencia, literatura y arte: arquitectura, teatro, cine, pintura, música y danza.
Todos esos aspectos tienen que ver, sin embargo, con un mismo dato biológico de origen. El ser humano se distingue relativamente de los animales. Los pájaros no aprenden a construir su nido, así como tampoco la araña aprende a construir su tela.
Ese déficit del ser humano le resulta ser una ventaja. Como no dispone de programas naturales fijos, el ser humano se ve obligado a construirlos y reconstruirlos conforme a la evolución misma de sus experiencias. Esta necesidad de adaptación permanente está en el origen de la cultura en tanto dimensión fundamental del desarrollo humano.
2/ Lo cultural es mucho más que elitismo; deriva de la experiencia humana, cualquiera que sea.
Cometemos un serio error al hacer de lo cultural un sector aparte de las actividades humanas.. Al revés, producimos lo cultural, desde su base hasta la cima, a partir de todas nuestras actividades.
En este sentido, lo económico forma parte de la cultura con sus técnicas de investigación, de explotación, de comercialización. Lo político también, mediante la organización de las sociedades. Igualmente, lo religioso intenta encadenar la humanidad en la sucesión de sus generaciones (como lo manifestaba el culto a los antepasados) y también en las demás manifestaciones de su diversidad.
En todos y cada uno de los momentos, la cultura es lo que juzgamos digno de seleccionar, conservar, transmitir, para luego reutilizar.
En suma, es lo más preciado que tenemos: información, comunicación, acción a nuestro alcance. Culturas antropológica y social – económica, religiosa, política; cultura culta – técnica, estética, científica, jurídica. etc. – constituyen en su conjunto el tesoro de la experiencia humana.
3/ ¿Por qué las culturas son a la vez diferentes et semejantes?
Cuando pensamos en culturas, pensamos en diferencias. En efecto, estas se imponen como figuras notables de la parte delantera del escenario. Así, las diferencias en las vestimentas y los alimentos se muestran nítidas en nuestras experiencias, así como también las diferencias de conducta referidas a esos rubros. Usar las manos, palillos, cucharas, tenedores, cuchillos, forma parte de los modales frecuentes que hay que observar en la mesa en todas las latitudes. Las diferencias culturales a menudo se relacionan con los medios geográficos, sus diferencias físicas y biológicas: relieves, climas, animales, plantas.
Las diferencias culturales provienen en parte de las diversas posibilidades de la acción humana. En diferentes países de África, el modo de contar no es el mismo. En el mundo occidental se cuenta desde el pulgar hacia el auricular: 1, 2, 3, 4, 5 y se cambia de mano para llegar hasta diez. En Japón se cuenta de 1 a 5, partiendo del índice y terminando en el pulgar, para continuar de la misma manera de 6 a 10 en la misma mano.
Otra fuente resulta también del carácter arbitrario de las lenguas. Este es particularmente claro respecto de los números. El 13 tiene connotaciones tanto positivas como negativas. A menudo lo eliminan, trátese de los números de las piezas de un hotel o del número de personas presentes en una mesa. En Japón, el número 9 provoca cierto rechazo pues su homónimo chu significa “dolor”, “sufrimiento”, “pena”. Sucede algo peor con la cifra 4, cuya pronunciación “chi” evoca la muerte. Por lo tanto, los regalos de cuatro flores o cuatro pasteles quedan fuera de lugar. Incluso los huevos se cuentan por cinco. Generalmente los japoneses aprecian a las cifras impares como más benéficas que las impares.
Los colores ofrecen otras tantas sorpresas. Se conoce el caso del color azul, que adquirió el valor positivo e incluso sagrado en el cristianismo, y que sin embargo era visto como negativo por los romanos. En numerosos países, el color del duelo no es negro sino blanco. Así, en Japón, donde el duelo lleva color blanco, no se tiene la costumbre de regalar flores blancas.
Todas estas diferencias nos impresionan al punto de impedirnos descubrir las similitudes humanas que persisten entre las diferentes culturas. Por ejemplo, que el color del duelo sea el negro o el blanco, en los dos casos está la simbolización de lo ausente mediante la eliminación de algún color singular.
Tenemos que ir más allá de la comprensión del juego de similitudes y diferencias, si es que buscamos adaptarnos mejor a las culturas del mundo. Habrá que reconocer que las culturas se crean porque los hombres tienen múltiples posibilidades de adaptación. Así, en ciertas culturas se respeta una distancia importante respecto del otro; o, al contrario, se tenderá incluso a tocarlo. Hay culturas en las que la gente se expresa de manera más exuberante y en otras, más reservadamente. Siempre son los seres humanos los que eligen actuar de un modo u otro.
4/ Las características culturales se refuerzan con la comodidad de las costumbres y los orgullos de identidad.
Acabamos de verificar que las respuestas culturales resultan de las singularidades de los entornos, pero también de las adaptaciones humanas. No obstante, una vez que se han efectuado, repetido y transmitido, se transforman en respuestas habituales que las personas y los grupos siguen usando. Dichas respuestas dejan de parecerles convencionales. Son sus propias respuestas y, sobre todo para los extraños, se convierten en las características de las personas, los grupos, las sociedades. Al transformarse en costumbres e identidades, la cultura puede ponerse rígida, al punto de enervar las necesarias adaptaciones humanas.
5/ Cada cual debe adaptarse al interior de su cultura
Las adaptaciones producen las culturas, pero, una vez producidas, estas pueden restringir las adaptaciones. Hay que empezar precisando que la adaptación no se debe pensar de manera simplista. No se trata solo de aceptación o sumisión. El ser humano tiene que poder oponerse a los animales que lo atacan; así también de las intemperies que lo amenazan: tempestades, inundaciones, incendios, etc. La adaptación tampoco está siempre vinculada con las realidades actuales. La cultura está conformada con realidades que se recuerdan o se imaginan. Desde esa perspectiva, la adaptación también es invención.
Recordar, analizar, anticipar nuestras experiencias, nos permiten comprender cómo cambian nuestras respuestas en función de los cambios propios de las situaciones.
A veces, tenemos que abrirnos a recibir cosas nuevas que nos son necesarias. Otras, tenemos que tener la capacidad de cerrarnos para protegernos de las estimulaciones demasiado numerosas o precipitadas en exceso. No es fácil determinar hasta qué grado debemos cerrarnos o abrirnos al mundo, a los otros, a nosotros mismos. A partir de tales situaciones, los seres humanos han podido darse cuenta que sus experiencias se estructuraban con verdaderas problemáticas de adaptación. Cada experiencia debe someterse a examen. A partir de allí, la adaptación humana oscila entre mayor o menor abertura o cierre.
Esas adaptaciones sicológicas prolongan, por lo demás, las adaptaciones fisiológicas que son de dominio general. Así, la pupila de nuestro ojo se cierra como respuesta al exceso de luz y se abre por carencia de la misma.
Cuando la acción exige un suplemento de energía, el corazón late más rápido. La vaso-dilatación vascular posibilita una mejor circulación de la sangre. En reposo, el ritmo cardíaco y la vaso-constricción vascular se hacen más lentos. Si nuestra experiencia debe adaptarse en consecuencia, nuestra cultura que la acompaña también debe hacerlo y combatir su propia rigidez.
En toda cultura se hace necesario poder modificar la respuesta habitual cuando la situación lo exige en virtud de su renovación.
Variaciones, modificaciones, reconstrucciones de las respuestas acostumbradas, precisan tanteos de adaptación, oscilaciones más o menos amplias respecto de la respuesta cultural habitual. Oscilaciones regionales, pues la respuesta cultural varía desde el interior de una misma nación. Oscilaciones personales, pues la respuesta cultural varía desde el interior de un mismo grupo.
6/ Adaptaciones intraculturales e interculturales: el caso de la comunicación
Un ejemplo muy clarificador es el de la comunicación. Ciertas personas tienen una cultura de comunicación llamada “implícita”. Vale decir que estas personas se valen corrientemente de subentendidos, pues suponen que quien las escucha podrá de algún modo comprender. Pero, este último no puede comprender si no dispone de las mismas referencias.
Ciertas personas tienen, al contrario, una cultura de comunicación llamada “explícita”. Suponen que los otros las comprenden solo si les proporcionan todas las referencias necesarias. A veces entregan demasiadas referencias a interlocutores hastiados de que les repitan lo que ya saben.
Así pues, interlocutores “implícitos” e interlocutores “explícitos” se comunican con mucha dificultad, incluso cuando ambos dominan bien la lengua del otro o una lengua común a los dos. Ahora bien, esta dificultad intercultural es también intracultural. En el seno de cada cultura, conviene ser implícito entre sus íntimos familiares, y ser explícito entre los que no lo son.
Este ejemplo de las culturas de comunicación permite comprender que nunca hay que suprimir la relación entre la adaptación humana y las culturas. A menudo, a personas de comunicación implícita se les prejuzga negativamente por parte de personas de comunicación más explícita, pero la inversa es muy recurrente.
El error del culturalismo consiste en confundir culturas y naturalezas. En cuanto a saber por qué en ciertos países la comunicación es en general más a menudo explícita y, en otros, más a menudo implícita, tiene que ver con las diferencias de la historia política de esos países más unificados o más diversificados en el largo plazo.
La historia es una fuente muy significativa de diferenciación entre culturas y solo estamos empezando a entenderlo.
7/ Con la mundialización, nos hacemos multiculturales, transculturales, interculturales
En los párrafos anteriores, hemos empleado los términos intercultural e intracultural, pero dichos términos no son universales. Las palabras usadas difieren entre los países; en algunos se prefieren los términos multicultural y transcultural.
Si se toman en cuenta más bien las separaciones entre los actores, los grupos, las sociedades y sus culturas, las relaciones se califican como “multiculturales”. Pueden ser hostiles, indiferentes o respetuosas. Se pasa así de la segregación inhumana a una política de reconocimiento del otro, llamada “multiculturalismo”. El multiculturalismo es una referencia a Canadá, a los Estados Unidos, en Gran Bretaña, pero también en Europa.
Si se toma en cuenta más bien lo que reúne a las personas, a los grupos, a las sociedades, las relaciones se califican a menudo como “transculturales”. Estas referencias transculturales pueden tomarse del campo religioso o del campo político. Es el caso de una Francia donde son numerosos los que invocan las relaciones transculturales, republicanas y laicas. Las relaciones transculturales son un anhelo en diversos grados; pero ninguna religión ha podido transformarse en universal, así como tampoco ninguna política laica.
Si se toman en cuenta más bien las interacciones entre personas, entre grupos, entre sociedades, las relaciones se califican de “interculturales”. Puede tratarse de relaciones violentas e inhumanas, o bien, humanas y de buena voluntad. Cuando se habla de relaciones interculturales a secas, solo se piensa en las positivas que sería bueno desarrollar.
No nos parece ni indispensable ni deseable elegir entre perspectivas multiculturales, transculturales, interculturales, porque ellas interfieren en las experiencias en evolución de las personas, como también en las de los grupos y de las sociedades. Vayamos a un ejemplo significativo. El investigador Nathan Glazer evoca una investigación empírica que muestra, en un importante corpus de datos sacados de la prensa norteamericana, que el término “multiculturalismo” está ausente hasta el año 1988. En ese mismo corpus, las ocurrencias del término son de una centena en 1990, de 600 en 1991 y de 1.500 en 1994. El cambio es nítido. Y, para terminar, queremos dar un ejemplo concreto de esta mezcla de las perspectivas mutilculturales, transculturales, interculturales.
Causará quizás asombro al comprobar que se formuló en los años treinta por el antropólogo Ralph Linton, cuando escribió:
“Después de cenar, el ciudadano norteamericano se dispone a fumar, hábito de los indígenas norteamericanos, quemando una planta cultivada en Brasil, sea en una pipa que proviene de los indígenas de Virginia, sea mediante un cigarrillo proveniente de Méjico. Si es lo bastante rudo, puede incluso probar con un puro, que nos llegó de las Antillas, pasando por España. Al tiempo que fuma, lee las noticias del día impresas en caracteres inventados por los antiguos semitas, en un material inventado en China, mediante un procedimiento inventado en Alemania. Devorando informes de problemas externos, si es buen ciudadano conservador, dará gracias a un dios hebreo, en un lenguaje indo-europeo, de haber hecho de él un hombre cien por ciento norteamericano”
Ralph Linton (1893-1953), The Study of Man. (1936), tr. fr. De l’homme, Paris, PUF, 1968.
De esta sabiduría de Linton, en los inicios del siglo XX, a la sabiduría popular actual, no hay más que un paso. Ha sido superado por un texto anónimo, regularmente fotocopiado en un restaurante turco del distrito 11 de París y, además, reproducido en tarjetas postales:
“¡Tu Cristo es judío. Tu auto es japonés. Tu pizza es italiana y tu couscous argelino. Tu democracia es griega. Tu café es brasileño. Tu reloj es suizo. Tu camisa es hindú. Tu radio es coreana. Tus vacaciones son turcas, tunecinas o marroquíes. Tus cifras son árabes, tu escritura es latina… y tú reprochas a tu vecino por ser extranjero!”
Restaurante turco del distrito 11 de París y, además, reproducido en tarjetas postales